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Empezar de cero para empezar diferente

El mundo cambia muy rápido. Muchos de los eventos académicos virtuales sobre educación, que se están haciendo en este momento, ya no están hablando de educación virtual durante la pandemia sino de la educación en la post-pandemia.

Ni siquiera nos hemos acomodado a la educación desde la casa por la crisis del virus y ya se nos exige pensar en lo que pasará después. Sin embargo, hagamos un balance, es importante para luego sí pensar en el futuro y buscar mejorar.

La crisis por la pandemia del COVID-19, nos obligó como educadores a salir de la zona de confort, para llevarnos a educar desde casa que es el espacio educador por excelencia. Sin embargo, el cambio fue tan radical que ha sido como empezar de cero.

Este comienzo nos ha exigido horarios, metodologías y hasta objetivos institucionales diferentes. Nos hemos hecho de un sin número de herramientas virtuales como aulas, videoclases, etc. que nos han permitido adecuarnos a las exigencias y a las condiciones de nuestras familias.

Pero lo más importante en este proceso, es que nuestros objetivos como educadores han puesto un acento muy especial en la preocupación por el otro, en el cuidado, en la urgencia de salvaguardar el bienestar emocional y psicosocial de los estudiantes. La virtualidad no has permitido hacer un seguimiento más individualizado de cada estudiante, y afectivamente más significativo.

Tenemos en este momento un promedio de 400 estudiantes en modalidad de trabajo virtual sincrónica (conectados en el mismo momento con los docentes) y más de 150 en asincrónica (realizando actividades en otros horarios).

Y aunque las dificultades en términos de equidad y acceso, se han hecho evidentes, también ha brillado un espíritu generalizado en todos los integrantes de la comunidad por colaborar, dar más, esforzarse y comprometerse de lleno para esta situación, ejemplo de esto fueron las recientes donaciones que recibimos de equipos de cómputo para los niños que han tenido dificultades para recibir sus clases virtuales de personas naturales y de la empresa Famisanar.


A su vez, gracias a la generosidad de personas recibimos varias donaciones a la campaña “quiero seguir estudiando” que ayudó a varias familias a pagar la pensión de un mes. Sin duda, todo esto redunda en el bienestar mental, psicosocial, afectivo y humano de los estudiantes.

El reto que nos sacude, y en el que estamos trabajando cada día, es cómo lograr que los aprendizajes que esta experiencia nos está dejando como institución, se vean reflejados en una transformación significativa cuando regresemos a la presencialidad, a la milagrosa condición humana de ser en, por y para el otro a través del auténtico cara a cara.


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