Por Alejandro Ospina - Coordinador Académico Encargado
Para educar a un niño hace falta la tribu y el método
Con gran alegría volvimos a clases luego de las vacaciones de mitad de año, una mayoría importante de miembros de la comunidad educativa ha vuelto a recorrer los espacios que permanecieron poco habitados y transcurridos durante un año y medio en nuestra Fundación.
Pensemos en todo lo que hemos atravesado juntos: lo que en su momento fue algarabía, carreras de 100 metros libres, loncheras olvidadas, entre otros, desaparecieron de golpe y un silencio, se adueñó de nuestro colegio. Volvimos luego de mucho tiempo bajo la modalidad de alternancia, pero el virus (no contento con todo el trabajo virtual) nos devolvió a casa apenas si volvíamos a acostumbrarnos a vernos, eso sí, distanciados por dos metros, con nuestro tapabocas y manos bien limpias —y bien frías.
Hemos vuelto, una vez más, y esperamos que sea para quedarnos, para volver a tejer las redes que nos constituyen como seres humanos. Fortalecidos por la experiencia y conocedores de estos procesos tan enriquecedores, asumimos el reto quizá más importante de nuestras vidas; reencontrarnos, de manera gradual, progresiva y segura con toda la tribu del colegio: nuestros compañeros, amigos, profesores, directivos, administrativos, etc. Son todas estas personas que conforman esta Fundación, quienes trabajan, buscan y construyen el bien común.
En estas dos primeras semanas de vuelta a la presencialidad, nosotros, los adultos, hemos quedado asombrados por la energía que se ha manifestado en la Fundación gracias a nuestros estudiantes. Las competencias atléticas; salto alto, largo y triple en los descansos, las manos alzadas listas a aportar a la discusión en clase, las ilusiones de lo que será la próxima sesión de nuestros proyectos transversales, etc. nos han confirmado la hipótesis que veníamos trabajando desde que inició todo esto: las niñas, niños y adolescentes necesitan resurgir y apropiarse de este mundo que ya empezaba a llenarse de telarañas, porque nosotros, los grandes, acostumbrados al afán, al recorrido más corto hacia nuestros destinos, hemos olvidado la importancia del “afuera”, del transcurso o el espacio recorrido, del rincón o del detalle que pasa desapercibido, en últimas, del método, que en griego significa camino.
Por otra parte, no ha sido tarea fácil recibir a más de 420 estudiantes presenciales, adecuar las aulas virtuales para alrededor de otros 150 que permanecen en casa y solucionar las situaciones cotidianas que emanan del encuentro, funcionamiento y porvenir de nuestra escuela. Aún así, el personal humano, de calidad, que conforma esta Fundación realiza sus labores con la convicción de estar participando en un momento crucial de la historia de nuestros niños y jóvenes.
De tal tamaño es el reto y también el esfuerzo, aún así, recibimos diariamente el pago por esta actividad en la sonrisa y cariño de nuestros estudiantes.
